CURIOSIDADES.

Describiré en este apartado curiosidades históricas, religiosas y culturales relacionadas con la última novela que haya publicado. De momento estarán relacionadas con Nocturnalia, y, por lo tanto, con ciertos aspectos del Imperio Romano en el siglo III.

TARRACO ROMANA.

La ciudad de Tarraco fue establecida como base militar por los romanos en el siglo III a. C., en el contexto de las Guerras Púnicas. A partir de entonces, se convirtió en la capital de la Hispania Citerior (la que quedaba al norte del Ebro) y posteriormente de la provincia tarraconense, que comprendía la mitad del territorio de la península ibérica. Durante la época de Augusto, Tarraco se convirtió por un tiempo en capital provisional del Imperio.

Anfiteatro de Tarragona.

Además de los monumentos más conocidos, como el anfiteatro romano, la antigua capital romana dispone de otros, menos visitados pero de interés mayor. De ellos voy a destacar dos: el acueducto de las Ferreres y el Foro Urbano.

Dicho acueducto es igualmente conocido como Pont del Diable, a causa de una leyenda en la que se dice que el Diablo apostó terminar la construcción en una sola noche. Se trata sin duda alguna de uno de los acueductos mejor conservados y más imponentes del Imperio.

Pont del Diable.
Detalle del acueducto.
Canal por el que circulaba el agua.

El Foro Urbano recibe este nombre para diferenciarlo del Foro Provincial, uno de los de mayor tamaño del Imperio, pero del que actualmente apenas quedan restos. Del Foro Urbano se conservan en cambio los restos de una basílica de tres naves, así como el pavimento del Decumano, una de las calles principales que finalizaba en él. La basílica conserva además en su interior los cimientos de la Curia, el espacio cuadrangular en el que se reunía el senado de la ciudad. Al parecer, tuvo que ser reparada a finales del siglo III d. C. porque amenazaba ruina.

Restos de la basílica del foro, al fondo se ven las tabernae, u oficinas.
Calzada del decumano, flanqueada por los cimientos de un templo dedicado a la Triada Capitolina.

Las fotos de esta sección son todas del autor. En este enlace podréis leer un fragmento de Nocturnalia ambientado en la basílica del Foro Urbano:

Foro urbano.

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LA INVESTIGACIÓN POLICIAL EN LA ANTIGUA ROMA.

Como en el Imperio Romano no existía la separación de poderes, los políticos electos hacían a la vez de comisarios de policía, jueces y fiscales.

Las ciudades romanas autónomas contaban con su propio senado local, la curia, compuesto por un número variable de representantes de las familias más distinguidas. Estos representantes lo eran de por vida. La plebe escogía anualmente a los tres representantes que debían ejercer de edil y de duunviros. A menudo, eran aquellos curiales que contaban con más dinero y sufragaban obras públicas o juegos de gladiadores para ser escogidos.

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Restos de la Curia de Tarraco, anexos a la basílica del Foro Provincial. Originalmente era una sala cuadrangular en la que cabían más de cien senadores. Los cimientos del centro, con una escalera y la base de una columna, son posteriores al siglo IV, cuando la basílica ya era un montón de ruinas.

Entre las funciones más importantes del edil y de los duunviros se contaba precisamente el mantenimiento del orden y la investigación y el castigo de los crímenes que ocurrieran en la ciudad. Estos eran ayudados por el cuerpo de policía local, los lictores, que en las ocasiones solemnes solían desfilar al lado de los magistrados portando fasces, hachas rodeadas por varas.

El principal método de investigación que seguían los cargos electos y los lictores era el tormento, es decir cualquier tipo de tortura física o psicológica que hiciera confesar a los sospechosos.

En el siguiente fragmento de Nocturnalia, se describe la inspección de un crimen por los magistrados electos de la ciudad de Tarraco.

Investigación policial.

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ESTRUCTURA DE LOS ANFITEATROS ROMANOS.

Los anfiteatros más importantes del Imperio Romano disponían de tres galerías concéntricas que los circunvalaban por la planta baja. Desde la segunda galería, la del medio, partían las escaleras que permitían subir a las gradas intermedias y a la galería del piso superior. En la tercera galería de la planta baja, la interna, se abrían vomitorios (salidas) a las gradas inferiores. Los arcos de la fachada estaban numerados. Normalmente, cuanto mayor era la altura de las gradas, menor era la importancia social de los espectadores que se sentaban en ellas. Para protegerlos del sol o de la lluvia se instalaba un toldo que cubría la arena, sujetado por bastones. En la parte superior de la fachada de algunos anfiteatros, todavía se ven los agujeros para insertar esos bastones.

Vista exterior del anfiteatro de Nimes.
Vista exterior del anfiteatro de Arles, usado como castillo en la Edad Media (de ahí las torres).
Nimes. Gradas.
Galerías del Coliseo.
Galerías exteriores del primer y el segundo piso. Arles.
Galería interior del anfiteatro de Itálica.
Arena del coliseo. Reconstrucción reciente.
Arena de Itálica.
Estructura subterránea de Itálica. Por aquí aparecían los leones o los actores disfrazados de divinidades.

En las imágenes aparecen los anfiteatros de Nimes y Arles, los mejor conservados del Imperio Romano, así como el de Itálica y el Coliseo de Roma.

Todas las fotos son del autor (menos las dos primeras, que son de oficinas de turismo). En el siguiente apartado encontrarás una descripción de los juegos del anfiteatro de la Tarraco romana en Nocturnalia.

Anfiteatro

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TEMPLOS ROMANOS.

Los antiguos templos romanos tenían un funcionamiento y una estructura similares a los de los templos actuales de países asiáticos como la India, el Japón o China. Formaban parte de un área sagrada, delimitada por muros, que podía disponer de un patio porticado. En el centro de ese patio porticado, se alzaba el templo principal, acompañado por otros templos secundarios, así como por diversos altares en los que ofrecer regalos o sacrificios a los dioses; a esto habría que añadir las dependencias destinadas a los sacerdotes y un bosque sagrado, en el que estaba prohibido cortar los árboles o hacer leña de ellos.

Por lo general, la gente no entraba en el interior de los templos, la cella, que solía estar reservado a los sacerdotes. Como mucho, en el caso de que no hubiera ceremonias de culto, podían subir por las escalinatas y quedarse en su umbral; ahora bien, en determinados templos de gran tamaño e importancia, sí que se podía entrar y admirar los trofeos y las estatuas que allí se exponían. Estos templos de gran importancia estaban dedicados a una divinidad principal y a varias secundarias, cuyas estatuas se exponían en hornacinas laterales.

Imágenes de la Maison Carrée en Nimes y del Panteón en Roma. Los dos son los templos romanos mejor conservados del mundo.

Exterior Maison Carrée
Plafones del techo del atrio en la Maison Carrée.
Detalle del friso decorativo que adorna la cornisa del mismo templo.

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Detalle arquitectónico del Panteón, con un nicho dedicado a una deidad pagana. La decoración es auténtica.

Todas las fotos son del autor. En el siguiente apartado encontrarás una descripción del interior del templo mayor de Tarraco, con una ceremonia religiosa inspirada en textos latinos de la época.

Sol santísimo

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CATAFRACTOS

Catafractos desfilando en una ceremonia de triunfo en la antigua Roma.

La caballería acorazada medieval, con el caballero cubierto de la cabeza a los pies con un yelmo y una loriga, y el caballo protegido por una barda metálica, se remonta fines del Imperio Romano. Árabes, partos y medas empezaron a usar este tipo de caballería, que fue adoptada por los romanos en el siglo III d. C.

Los caballeros revestidos de metal, recibieron el nombre de “catafractos” y supusieron una revolución en el mundo bélico, ya que hasta entonces la caballería había funcionado como una unidad ligera de exploración o de persecución del enemigo.

A partir de los catafractos, y hasta fines del siglo XVI, la caballería acorazada se convertiría en la unidad de choque más importante de cualquier ejército europeo, capaz de desbaratar a multitudes de peones hasta veinte veces más numerosas de un solo ataque frontal. Cortés o Pizarro sabían muy bien su importancia cuando conquistaron el imperio azteca y el inca, respectivamente.

Los protagonistas de Nocturnalia pertenecen a la caballería de catafractos del Imperio Romano. En el siguiente fragmento describo la batalla que se produce entre los catafractos romanos y los árabes, en la toma de Palmira.

Catafractos.

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CULTO AL SOL

El emperador Heliogábalo puso de moda, a mediados del siglo III, el culto al Sol Santísimo o Sol Invicto, Helios en griego. Se cree que este culto al sol era de influencia oriental, y que estaba relacionado con los cultos al  dios iranio Mitra y al dios egipcio Osiris. En la mitología clásica, el dios del sol era Apolo, un dios de importancia secundaria. Con el nuevo culto, los otros dioses del panteón olímpico quedaron relegados a un segundo plano. Según parece, la tendencia era hacia una especie de monoteísmo en el culto oficial del Imperio, y a un sincretismo de diversas religiones en el culto más privado.

Debido a la situación de crisis económica que vivía el imperio, para adorar al nuevo dios Sol, casi omnipotente, no se construyeron templos nuevos sino que se aprovecharon los templos más importantes, directamente vinculados al culto imperial. Esto era así porque se consideraba que el nuevo dios Helios-Sol era el protector directo del emperador. En esa época empezó a retratarse al emperador y a los dioses con un nimbo circular por detrás de la cabeza, en representación del vínculo que los unía con el Sol todopoderoso, nimbo que el cristianismo adoptaría con posterioridad y aplicaría a todos sus santos, profetas y ángeles.

Las primeras representaciones de Jesús también responden al mismo canon de belleza que Apolo-Helios-Sol, un joven guapo e imberbe de larga cabellera rizada. El día veinticinco de diciembre pasó a ser la principal fiesta del Imperio porque en ella se celebraba el nacimiento del dios Sol y el de Mitra. Otra costumbre que el cristianismo adoptó de religiones ajenas.

Altar de adoración al dios Sol/Helios, del siglo III.

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CULTO A LOS ANTEPASADOS.

Igual que ocurre en la China o el Japón tradicionales, en el Imperio Romano se rendía un culto doméstico a los ancestros de la familia. Cerca de la entrada, solía encontrarse un altarcillo en el que se pintaban los lares (los espíritus del hogar) así como el genio del señor de la casa y una serpiente. La serpiente representaba la influencia benéfica de los manes, los antepasados, en la fortuna y la riqueza actuales de la familia (por la conexión de este animal con el mundo subterráneo). Aparte de eso, se solían instalar cerca de la entrada retratos de los difuntos, que podían ser bustos de mármol, retratos al óleo o máscaras mortuorias de cera. Estas últimas se guardaban en el interior de armarios.

Quien oficiaba las ceremonias religiosas en cada hogar era el Pater Familias, que rezaba las oraciones, libaba vino o quemaba incienso delante de los retratos fúnebres, u organizaba los banquetes funerarios en el sepulcro del fallecido, en los que se solía comer una torta con huevos. (El huevo representaba desde el Antiguo Egipto la resurrección del alma; actualmente se comen en nuestra Pascua porque simbolizan la resurrección de Cristo). Las fotos son de Wikimedia.

Larario de Casa de los Vetti, Pompeya.
Larario de Pompeya.

En este fragmento de Nocturnalia hay referencias al culto a los antepasados.

Culto a los antepasados

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LA MAGIA NEGRA EN LA ANTIGUA ROMA

La religión oficial del Imperio Romano estaba muy vinculada a las prácticas de magia, en particular a la adivinación del futuro mediante el horóscopo o mediante las prácticas de los sacerdotes augures o arúspices, que consistían principalmente en examinar las vísceras de las víctimas sacrificadas en los altares o en estudiar el vuelo de las aves.

Frente a esa religión oficial (representada por el emperador, los dioses del olimpo y la triada capitolina) había otra, clandestina, vinculada a prácticas de hechicería y de magia negra: conjuros amorosos, maldiciones y resurrecciones de muertos, principalmente. Estas prácticas eran muy parecidas a otras de brujería que se han hecho posteriormente en Europa o, en tiempos más actuales, a las del vudú o la santería en el Caribe.

En el caso de las maldiciones, por ejemplo, solía utilizarse un muñeco de barro o cera al que se le clavaban agujas o una defixio, una tablilla de plomo con una maldición escrita; la maldición se solía echar al interior de un pozo.

Figurilla de barro utilizada para maldecir clavando agujas. Solían representarse atadas de pies y manos.

Otra de las facultades que otorgaba la magia negra era la de transformarse en animales nocturnos, en concreto, en unas aves similares a los murciélagos o a las lechuzas que se conocían como striges. Las brujas y los hechiceros que experimentaban esta metamorfosis solían alimentarse precisamente de cadáveres, o de la sangre de bebés. De esta creencia romana derivan las leyendas medievales de las brujas y de los vampiros. En Transilvania, por ejemplo, los vampiros siguen recibiendo el nombre de strigoi, directamente procedente del de striges.

Representación de Hécate.

Los dioses invocados para practicar la magia negra eran Plutón (Hades), Proserpina (Perséfone) y Hécate. Los tres juntos formaban la triada infernal, un reflejo en negativo de la triada capitolina, formada por Júpiter, Juno y Minerva. A pesar de que Plutón fuese el soberano de los Infiernos, la deidad más invocada para los conjuros de brujería y magia negra era Hécate. A estas divinidades infernales se les solían ofrecer animales de pelaje negro, sobre todo chivos y gatos (de ahí viene la vinculación actual de los gatos negros con la brujería). Las representaciones de los dioses infernales que han llegado hasta nosotros son prácticamente inexistentes y de época griega, anterior al Imperio Romano. Las fotos son de Wikimedia.

En este fragmento de Nocturnalia, menciono la captura de un nigromante.

Magia negra.

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MUERTOS VIVIENTES

Según los escritos de la época, una de las prácticas más frecuentes de magia negra realizadas por los hechiceros y striges era la resurrección de aquellas personas recientemente fallecidas. Recitando un conjuro y poniendo cierta poción o ungüento en la boca y en las orejas del fallecido, la bruja o el hechicero podían conseguir que un muerto resucitara durante cierto tiempo y que respondiera a sus preguntas, o incluso que obedeciera sus órdenes durante cierto tiempo. Algo similar a lo que se ha dicho en épocas más recientes de los brujos caribeños y de los muertos a los que convierten en zombis. Podemos ver ejemplos de esto en la Pharsalia de Lucano o en el Asno de Oro de Apuleyo.

Hechicera resucitando a un muerto ante el rey bíblico Saúl.

En el siguiente fragmento de Nocturnalia describo la visita de una mujer recientemente fallecida a su hogar:

Muertos vivientes.

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EL PUEBLO GODO.

Los godos eran un pueblo germánico oriundo de la península escandinava (conocida por los romanos como la isla de Thule) por lo que estaban directamente emparentados con los ancestros de los vikingos y tenían dioses y creencias similares a las que estos últimos poseerían más tarde. Entre los siglos I y III D. C, atravesaron el mar Báltico y se afincaron por el centro de Europa, en una región que comprendía el sur de Ucrania y de Polonia, el norte de Rumanía y las orillas del Mar Negro.

Utilizados por los romanos a menudo como esclavos o fuerza mercenaria, los godos irrumpieron con fuerza en territorios del Imperio Romanos en el siglo IV. Los Godos del Este, Östergotten u ostrogodos, conquistaron Italia en el siglo V. Los Godos del Oeste, Westergotten o visigodos, conquistaron la mitad meridional de Galia e Hispania en la misma época.

En este bajorrelieve del obelisco de Teodosio, en Constantinopla, se representa a su guardia personal de origen godo.

Uno de los protagonistas de Nocturnalia, Rodrigo, es un liberto de origen godo. En este fragmento menciono alguno de sus recuerdos. Los vocablos que menciono son originales de la lengua gótica original.

Godos

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LA PESTE EN EL IMPERIO ROMANO

Dos de las plagas más conocidas y de efectos más desastrosos para el Imperio Romano fueron la Peste Antonina, del año 165 al 180 d. C., y la Peste Cipriana, del año 249 al 270 d.C. La peste era el nombre con el que se conocía en la época a cualquier enfermedad altamente mortal y contagiosa.

La Peste Antonina fue descrita por el célebre médico Galeno, quién la documentó exhaustivamente. Se cree que el emperador Marco Aurelio murió por culpa de ella. Como el emperador pertenecía a la estirpe de los Antoninos, de ahí le vino el nombre. Murieron en total unos cinco millones de personas del Imperio.

La Peste Cipriana debe su nombre al obispo de Cartago, Cipriano, que la describió en sus escritos. Murió tanta gente en esta segunda pandemia que se cree que pudo ser una de las causantes principales de la crisis política y económica del Imperio Romano en el siglo III.

Representación de la Peste Antonina en la columna de Marco Aurelio, el emperador que murió a causa de ella, como un genio barbudo y con alas. Foto de Wikimedia.

No se sabe con certeza cuál fue el virus que causó ambas pestes, algunos autores apuntan al de la viruela o del sarampión, las dos transmitidos por el aire, pero todavía no existe ninguna certeza científica.

En el siguiente fragmento, expongo los efectos de una peste en la Tarraco Romana:

Peste

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NECRÓPOLIS ROMANAS.

Los cementerios durante el Imperio Romano solían encontrarse en las afueras de las ciudades, en cualquier caso en el exterior del recinto amurallado, a diferencia de lo ocurrido en la Edad Media, cuando se usaban los alrededores de las catedrales y de las iglesias para enterrar a los muertos.

Ejemplo de necrópolis romana en Hostia.
Ejemplo de necrópolis en Barcelona.

Hasta el siglo III d. C. se solía incinerar los cadáveres y meter sus restos en urnas, similares a cazuelas. Las familias más pudientes disponían de un mausoleo para guardar sus urnas, la mayoría de ellas, no obstante, lo hacían en mausoleos comunitarios que recibían el nombre de columbarios, a causa de su parecido con los palomares, por tener los muros repletos de agujeros.

Ejemplo de un columbario en Roma. Se advierten las urnas en forma de cazuela en el centro.

A partir de esa época, se instauró la costumbre de enterrar a los difuntos de cuerpo entero. Sin duda, esta costumbre estaba vinculada al auge de religiones como el Mitraísmo o el Cristianismo, que prometían una resurrección corporal del difunto en el otro mundo. Los ricos seguían contando con mausoleos en los que se se hacían enterrar en suntuosos sepulcros de mármol esculpido, mientras que los más humildes, disponían para tal fin de sarcófagos de piedra sin labrar o incluso de tejas reutilizadas. Otro recurso utilizado en ciudades como Roma, fue el de las catacumbas, en las que se excavaban nichos rectangulares en la roca.

Mausoleo romano en Fabara (fotos de Wikimedia o de la oficina de turismo).
En estas dos reproducciones de lápidas se puede leer la inscripción Dies Manibus o D. M., una invocación a los Manes, o antepasados del difunto, para que lo acogieran con ellos. Foto del autor.

En el siguiente fragmento de Nocturnalia, hago una descripción de la Necrópolis de Tarraco en el siglo III D. C.:

Necrópolis.